viernes, 23 de febrero de 2018

Con el santo y la limosna de José María Rodríguez-Acosta González de la Cámara, de Salvador Raya Retamero.

 José María Rodríguez-Acosta González de la Cámara nace en Granada, 1878, y muere en la misma ciudad, en 1941, en una familia de la burguesía granadina del mundo de la banca, lo que le facilitó la exploración de nuevos caminos en el mundo artístico, como artista y como mecenas. Fue discípulo de José Larrocha, en Granada, con quien trabó verdadera amistad, como con José María López Mezquita. Inicia su etapa de artista tratando el paisaje granadino y la pintura costumbrista. En 1899 viajará a Madrid, siguiendo las enseñanzas del maestro Emilio Sala y su creación se moverá entre el Simbolismo y el Modernismo, cultivando el desnudo femenino. De regreso a Granada, en 1914, momento en que dio comienzo a la construcción de su famoso Carmen granadino.
            Con el Santo y la limosna. Según la Academia de la Lengua, alzarse con el santo y la limosna es un alocución que viene a significar apropiarse todo, de lo propio y de lo ajeno, pues el verbo alzar significa levantarhuir con el beneficio de un robo. El significado de la expresión popular no es otro que pretender obtener beneficio de varios objetos al mismo tiempo. Su origen parece estar en el suceso anecdótico que tuvo lugar en Cádiz, cuando los liberales pretendieron crear una asociación a fin de levantar una capilla, para lo cual recaudaron dinero en la ciudad. Cuando, se vieron obligados a huir, se llevaron consigo la imagen y lo recaudado, extendiéndose por Cádiz la noticia de que se habían quedado con el santo y también con la limosna. El cuadro, pues, no tiene otro sentido más que la certificación de que el portador del santo lleva también la limosna, práctica habitual en la época, que permitía subsistir a muchos individuos, sin que se tenga que ver en ello picaresca alguna, como se apuntó en 1915. El autor, en el certamen de ese año, expuso tres cuadros: un retrato, una cabeza, de muchacha y el cuadro Con el santo y la limosna, al que la crítica se refería con estas palabras: Según indica el título de ese lienzo, trátase de un hecho superficial de la vida, que puede- ser picaresco y que en la obra de Rodríguez Acosta resulta de una ingenuidad inofensiva. Como arte, es un nuevo cambio de postura, que puede calificarse de repetida desorientación. El personaje se mueve en un escenario tratado convencionalmente, sin unidad técnica y moral entre ambos elementos, del cuadroEsta obra, Con el santo y la limosna, como se ha dicho, fue presentada junto a los cuadros aludidos antes (Abril y Retrato de Don José María Soltura), en la Exposición Nacional de 1915Se encuentra en el Museo de Bellas Artes de Granada. Se trata de un óleo sobre lienzo, de 182 x 136 centímetros, valorado en 1991 en 9.000.000 de pesetasSegún Orden de 11 de marzo de 1998 por la que se otorga la garantía del Estado a diferentes bienes culturales para su exhibición en la sala "Julio González" (Museo Nacional de Antropología), en la exposición "La Mirada del 98". En la que figuraba la pintura con este valor: 31. Granada. Museo de Bellas Artes. Rodríguez Acosta, José María, Con el santo y la limosna, óleo sobre lienzo, 182 x 136 centímetros. 9.000.000 de pesetas.
            Representa una escena del ambiente popular de la Granada de 1914, en la que la religiosidad popular decimonónica y anterior sigue impregnando la vida social. Ilustra la costumbre tradicional popular del recorrido de las imágenes de santos por las moradas particulares para pedir limosna. Esta religiosidad es manifiesta en el santero, que centra la composición, como bien precisa el profesor Miguel Ángel Revillla Uceda, anciano encargado de la actividad, que porta en su brazo derecho la redoma o jarro de las limosnas, asido al cayado y en su brazo izquierdo una imagen de Jesús Niño, vestido, sobre peana, utilizada para el menester de la cotidianeidad religiosa. Se acentúa el hecho religioso por el escapulario que luce el portador de la imagen al pecho, pendiente del cuello, y se fortalece la religiosidad con la presencia de la procesión de la Virgen de las Angustias, que se dirige hacia su ermita, por el adarve de la fortaleza alhameña, al filo del abismo. El atuendo del anciano-santero, de piel curtida por el sol y arrugada por la edad, se completa con camisa blanca, chaleco, americana, reloj de bolsillo, gafas y sombrero al uso tradicional del momento. El paisaje estepario representado alude sin duda a una imagen otoñal del clima árido y frío de la región, donde la siembra temprana ha hecho brotar algunos campos de cereal, en medio de una maraña de sementeras por nacer. Recuerda la técnica del Civitates, con la superposición de los personajes moriscos en primer plano. Si bien aquí, es el santero el elemento principal de la composición, mientras que allí, no eran los personajes moriscos, sino la vista panorámica de Alhama. Por el contrario, Rodríguez Acosta, pasa a un segundo plano esta vista panorámica de la ciudad, destacando de ella su emplazamiento, al ser representada desde el adarve de la Puerta de la Mina, tomando la perspectiva desde el tajo frontero, y donde sí pueden apreciarse nítidamente los cuerpos altos de la gran torre de la iglesia mayor trazados por Siloé. El pintor idea al lado izquierdo, tras el mendigo, un caserío, arrimado igualmente al borde del abismo, que nada tuvo que ver con la realidad -Alhama, no es Ronda-, que desdibuja el naturalismo de la escena, acentúa en cierto modo, una pretendida atemporalidad y denuncia la ausencia del artista del entorno en el momento de la creación pictórica, por lo que, seguramente, la vista de la población fue tomada de alguna ilustración de la época o fotografía poco rigurosas, como fue habitual en el artista, la cual completaría con su recuerdos personales o imaginación.
            Es de destacar la descontextualización pretendida, al representar al santero fuera de su práctica habitual, alejado de su entorno cotidiano, cargando con el Niño-Dios y posando, retirado de la población, ante una bella panorámica de ésta, como captado en un momento fugaz por la cámara fotográfica del turista ordinario, que en esas fechas eclosionaba. Características todas que matiza el profesor Revilla Uceda como habitual en el pintor, que se sirve de la fotografía en sus composiciones: las casas extremas del conjunto urbano, el cauce de un río agreste, seco y desolado…Creemos, como ya se señalara en 1916, que sigue siendo necesario realizar una rigurosa investigación sobre la obra y el desarrollo de estos temas, según la crítica decimonónica, frente al fracaso que resultaron las diez exposiciones anteriores del artista en las que expuso un cuadro, titulado La tentación en la montaña, de carácter simbólico y hecho a espaldas del natural.
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