sábado, 27 de enero de 2018

La epopeya de Cerro Lucero en la época de los de la sierra. Salvador Raya Retamero

     En enero de 1947, se le sumaban 13 hombres de Agrón. La situación no sólo era precaria por lo reducido de sus miembros y su deficiente formación intelectual -la generalidad, analfabetos- sino por la total ausencia de infraestructura, apoyos y otros medios. En enero de 1947, tras las bajas ocurridas, Roberto contaba con 26 miembros; ese año el número fue creciendo con hombres procedentes de las provincias de Málaga y Granada, alcanzándose hacia el final los 180 miembros, el grupo que se dio en llamar 9ª Brigada, en tanto se disolvía la partida de Málaga. A pesar de los importantes logros alcanzados por Ricardo Beneyto y Enrique Arroyo Lozano, los miembros presionaban con insistencia reprochando el hambre que pasaban las familias respectivas e insistiendo para que se incrementasen los robos, atracos y secuestros. Esto demuestra que el tan interesado trasfondo político no deja de ser una quimera. Según se ha dicho, el grupo disponía del reducido armamento del Río de la Miel, compuesto por algunas ametralladoras, granadas de piña y prismáticos, por lo que la guardia civil no consideraba efectivos suficientes para actos de importancia; pero sí permitió que desde el principio, se comenzara a absorber a otros grupos dispersos, que actuaban autónomamente, como la partida de los Frailes y de Tejero, que se extendían desde Almuñécar y Cázulas hasta la comarca de Alhama. Pasaría esta partida a engrosar la de Roberto, junto con otra de la zona, la del Nene, en la parte norte de sierra Tejeda. Se le sumarán ese año de 1947 los huidos de las poblaciones de Agrón, Escúzar, las Gavias, Vélez-Benaudalla y Motril. Informados por los conocedores de la tierra, Clemente y Felipe, establecían su sede en la cumbre de Cerro Lucero en varios campamentos.

     Como se ve, se quiso emular en todo a un auténtico ejército nacional organizado, pero careciendo de la formación más elemental exigible. Se utilizaron distintos campamentos; el principal, en la sierra de Nerja, en El Almendrón; otros secundarios, El Pinar de sierra Tejeda y en Cerro Lucero, en la Almijara. En ellos, se custodiaba la documentación generada, que se ocultaba en puntos dispares: en la Sierra de Loja, en el Torcal de Elvira y cerro de Formoso, entre el roquedo kárstico, introducida en latas de conservas, según declaraba Antonio Jurado Martín, Felipe. Al de la sierra de Loja se refiere Díaz Carmona: En la sierra de Loja, en una altura de 1.475 metros, sobre un gran espolón llamado Sierra Gorda, escabrosísima y de muy difíciles accesos, las partidas de aquel sector tuvieron almacenadas durante mucho tiempo grandes cantidades de suministro de todas clases en una cueva, durante los años 1948 al 50.

    Para una reducción más activa de estas cuadrillas, como se dijo, se destinaron por el Estado a Granada y a Málaga unidades militares específicas, que intervendrán en la región de Alhama en este año del 47 en los episodios registrados, como la refriega de Cerro Lucero, donde tras la denuncia de un delator, las fuerzas sitiaron la partida de la sierra. Más literario es el repetido episodio del reemplazo del 47, en Agrón, población de la que se mantiene que el celo represivo de la guardia civil llegó a obligar a los vecinos a la entrega de las llaves de sus moradas todas las noches, para devolverlas al amanecer y evitar así el contacto con los bandoleros, lo que hizo que los mozos llamados a filas decidieran por unanimidad echarse al monte. Desde luego, no puede estar impregnada la anécdota de mayor lirismo popular, como manifestamos. 

     El 6 de diciembre de 1948, era cercado el Campamento de Cerro Lucero, en un enfrentamiento mantenido todo un día con la guardia civil y Regulares del grupo de Alhucemas, nº 5.
     La base de operaciones de la agrupación Roberto se estableció en el fuerte de Cerro Lucero. Desde esta base articulaban las partidas de la sierra sus incursiones en la comarca. Por ello, el 6 de diciembre de 1948, era peinado por la guardia civil el entorno de Cerro Lucero por segunda vez, el espacio comprendido en el triángulo formado por los puntos río Higuerón, camino de Las Carihuelas y los puertos Umbrales y Frigiliana. La operación fue realizada por la fuerza del Primer Distrito y la Compañía de Regulares de Frigiliana. La fuerza del 2º Distrito se encargaba de la inspección desde Cerro Lucero hasta Venta Panaderos. El enfrentamiento tuvo lugar a las 8,30, cuando era atacada la fuerza mandada por el sargento Flores Comitre con fuego contundente de metralla y fusilería desde Cerro Lucero y sus estribaciones, puntos dominantes en ese espacio. Tras tomar las correspondientes posiciones, se respondía al ataque efectuado. El enfrentamiento se prolongó durante todo un día, en el que se produjo la baja del soldado Mohamed Ben Abdelam y se hirió al cabo Mohamed Ben Aduar y al guardia Román Gómez Carrillo, de 39 años; entrada la noche, abandonaron sus posiciones los de la sierra, escapando del cerco. El campamento se encontraba preparado con parapetos de piedra para poder repeler un posible ataque, como fue el caso. Era el refugio de José Muñoz Lozano, Roberto; Manuel Jurado Martín, Clemente; Miguel Martín García, Guillermo; José Álvarez Mesa, Pascual; y Francisco Sánchez Gijón, Paquillo. El asentamiento había sido reutilizado tras su destrucción anterior por la guardia civil. Se encontraron chozas rehechas, víveres, garbanzos, judías, harina, cebada, 7 garrafas de aceite, 7 cabras sacrificadas listas para cocinar, parapetos defensivos…
     Reproducimos una entrevista realizada por Eduardo Pons Prades, publicada en Paisajes en Vivo:

A medio camino de Alhama de Granada a Játar, en una huerta tan feraz como bien cuidada, nos presentaron a Paco Aguado y a su mujer, Mariana. A él lo llamaban «Medioquilo» y cuando se echó al monte tenía 39 años. Estaba entonces de mayoral de pastoreo en el Cortijo del Lobo. Se escapó en noviembre de 1947 porque lo denunció —para ocupar su puesto— otro pastor, acusándolo de ser un enlace de la guerrilla. Aguado me asegura que por aquellas fechas se había tropezado varias veces con los guerrilleros, pero que él no era enlace de nadie. «Ya que con el fusilamiento de mi padre y de mi hermano mayor la familia estaba bien servida, ¿no le parece?»
Fue a detenerlo una Contrapartida y él saltó por la parte de atrás de su casa y se metió bosque adentro. «En cambio —me dice—, el pastor que me denunció sí que había hecho negocios con los guerrilleros y yo lo sabía, porque en el monte se sabe todo.» Los de la contrapartida dispararon contra él; pero no le dieron. Anduvo con la guerrilla por toda la provincia e incluso hizo de práctico con ocasión de la visita de un gran jefe de la guerrilla, al que acompañaron por varias sierras de Granada y de Málaga. El jefe de la partida se llamaba Manuel Pérez Rubio, ex capitán republicano, y era de Motril. También estuvo con «el Polopero», el cual, según Paco Aguado, era un tipo muy poco "echao palante" para ser jefe de partida.
Aguado se entregó a la policía para que soltasen a su mujer, que llevaba dos años en la cárcel y se estaba quedando ciega. Lo interrogaron en el tristemente célebre Cuartel de las Palmas, de Granada, adonde le condujo el capitán Caballero, en su Land-Rover («la guiñaposa» llamaban al coche los guerrilleros). «Tuve que vérmelas con el teniente coronel don Eulogio Limia y con el comandante Antonio Díaz Carmona, que se portaron conmigo correctamente. Claro que ellos sabían que yo una vez, dando la cara por él, había salvado de manos de los guerrilleros a un guardia civil llamado Franco Ríos, que era de Sevilla, y que estaba en el puesto de La Ventilla, en el pueblo de Talará.» A “Medioquilo” lo condenaron a 25 años y un día. Y cumplió diez años y dos meses.

Véase 2ª REPÚBLICA. REVOLUCIÓN CONTRARREVOLUCIÓN EN UNA COMARCA GRANADINA: Alhama (1930-1954) vol. II.

viernes, 26 de enero de 2018

INFORMES SECRETOS, el Arzobiso de Granada en 1585

En unos INFORMES SECRETOS, el Arzobiso de Granada ordenó investigar a los curas de Alhama, en el declinar del Renacimiento, dado el decadentente celo con el que se atendía la parroquia: "El beneficiado Francisco del Salto afirmaba que los beneficiados (digamos, coadjutores) no asistían con la regularidad a sus obligaciones, ni al coro, ni a misa mayor, ni a las vísperas; pues a esas horas decía misa en otros lugares; algunos, especialmente los beneficiados Malpica y Romero, asistían a las horas con sombrero y sobrepelliz; y tampoco acompañaban al vicario en la administración de sacramen¬tos, por lo que descendía su práctica, al no haber quién confesara o administrara la comu¬nión, ya que sólo el vicario poseía la llave del Santísimo. La actitud del vicario no era más halagüeña: acostumbraba a levantarse tarde y marchaba a la plaza, donde permanecía hasta la hora de misa mayor, rehusando confesar a las mujeres que lo pedían y remitiéndolas a otras iglesias, recogiéndose la anécdota de que, en cierta ocasión, fueron remitidas al convento del Carmen y, volviendo al vicario, por no encontrar frailes -nuevamente- las derivó a la ermita de la Cabeza, declinando atenderlas en todo momento. También sabemos que se levantaba tarde, por la declaración del beneficiado Ariza, de lo que se excusaba, por ser viejo y poseer la región un clima destemplado y frío, disculpando su falta de disponibilidad y matizando que, si no dormía por las mañanas, se moría de frío. Además, en su defensa, el vicario alegaba que la iglesia estaba bien regida y gobernada, por el especial cuidado y celo del cuerpo eclesial, acudiendo los beneficiados habi¬tualmente a misa mayor y víspe¬ras. Reconocía la costumbre endémica de oficiar la misa con retraso y la asistencia, tanto de los beneficiados como de él mismo, a los oficios divinos, algunas veces, con sobrepelliz, argumentando de nuevo la crudeza del clima: porque el término es muy frío".
Véase RAYA RETAERO, S.: Historia General de Alhama..., vol. II (Historia Eclesiástica, "La iglesia de Santa María de la Encarnación")

martes, 23 de enero de 2018

Paseo romántico-historicista de la Carrera de Alhama de Granada. Salvador Raya Retamero

Paseo de la Carrera. Situado extramuros de la ciudad medieval, en el espacio del arrabal, en la Carrera de los Caballos desde el siglo XVI apenas sin urbanizar. Es un espacio testimonio de su época, del Romanticismo. Su modelo y correlato más inmediato lo tenemos en Granada; también con el nombre Paseo, el Paseo del Salón; aquí, Paseo de la Carrera. También, como en Granada, se dotó de una gran alameda y por muchos años simultaneó el nombre con el de Alameda, como la granadina, como la malagueña… El mismo modelo de espacio ajardinado se repetirá en los jardines del Balneario, que esperamos no sufran las desafortunadas intervenciones de los espacios públicos.
El espacio se interviene, al hilo de la influencia francesa y, sin duda, mérito de los afrancesados que trataron en el siglo XIX de sacar al país de su mediocridad. Las obras comenzaron el día once de mayo de 1836 y concluyeron en 1837. El coste total ascendió a 11.737 rs y 13 mrs, de los que 5.221 aportó el Ayunta¬miento; 400, algunos de sus individuos; 2.000, los fondos de M. N.; 1.408, particulares y el resto, don Francisco de Toledo y Muñoz, alcalde de la ciudad y presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País de Alhama. Todo el pueblo labriego aportó durante el tiempo que duraron las obras los aperos necesarios para la ejecución de las mismas. En esta primera intervención se dotó de la plantación de álamos no para afianzar el terreno sino para embellecerlo y hacerlo acogedor, también a imitación del granadino. Fue tras la invasión francesa (1810-1812) cuando se proyectó esta zona de recreo, con una fisonomía propia de los jardines galos, hermoseándolo con arbolado.
Es testimonio de la unidad del pueblo alhameño donde, desde su ejecución, participaron las caballerías de todos los agricultores y fue lugar de reunión de la ciudadanía, sin distinción de clases en momento alguno de su historia.
Por tanto, Caminar por sus jardines siempre fue agradable y romántico en todas la épocas, en todas las estaciones, especialmente en las tardes primaverales y del estío cuando jóvenes y mayores ricamente engalanados al gusto del momento aprovecharon las tardes soleadas de la ciudad.
Todo ello, al pie de la fortaleza, de una de las fortalezas más renombradas del reino de Granada. Si bien desafortunadamente desaparecida, al menos, nos quedó el sabor historicista tras la remodelación de las milenarias ruinas. Constituye, por tanto, Paseo y fortaleza uno de los elementos de mayor encanto de la ciudad. Y por ello debe recuperar el sabor perdido.El Paseo se dispone desde la muralla del Castillo al antiguo teatro Cervan-tes, formando tres calles; la del centro, doble que las de los lados, separadas por dos hileras de álamos que se mantuvieron siempre, entre cuyos parterres se aprovechó para plantar toda variedad de plantas a modo de pequeño jardín botánico, a lo que siempre debe estar llamado el histórico paseo de la ciudad. Por eso fue lamentable y catastrófica la última remodelación que lo privó de las mismas, perdiendo de esta forma también su sabor decimonónico y el carácter de alameda.