domingo, 12 de noviembre de 2017

Reseña histórica sobre los viñedos de Alhama de Granada. Génesis antigua, medieval y moderna. Salvador Raya Retamero

      El vino fue un producto importante, conocido desde la Antigüedad. La práctica vinícola en la provincia de Granada se ha documentado arqueológicamente en tumbas de la Edad del Bronce, difundiéndose el cultivo de la vid y por tanto de la elaboración del vino en época romana. Esta práctica, tan propia de nuestra civilización, será una de las escasas tradiciones respetadas y continuadas en la Edad Media, tras la dominación árabe, a pesar de la prohibición religiosa, nunca dejó de elaborarse. Tras la Reconquista, se fue potenciando desde el siglo XVI. El Cardenal Cisneros encargó a Gabriel Alonso de Herrera la edición de una obra que reuniese el conocimiento agrario de la época y éste describía el cultivo de la uva y el proceso de elaboración del vino, en los albores del Quinientos, impresa por la Real Sociedad Económica Matritense, con el título de Agricultura general, lo que potenció el cultivo y la distribución del vino.
      La existencia de los viñedos en Alhama corre paralela a los de la provincia, sin temor a equivocarnos, podemos decir que las viñas en Alhama traspasan el período medieval, con una producción de autoabastecimiento y venta de excedentes esporádicos, ya que obviamente tampoco fueron los árabes los introductores de la vid. El espacio dedicado a este cultivo se ubicó siempre en una de las zonas más frías de la provincia, a más de 900 ms sobre el nivel del mar, al abrigo de la sierra de Alhama, aguas arriba de la población, pasada la Hoz del río, el Palo de la Hoz. Precisamente, la altura es determinante en la maduración de la uva, que se produce hacia agosto y septiembre. La acentuada oscilación térmica entre el día y la noche, favorece la maduración lenta, que repercute en la obtención de un vino de gran calidad. Su ubicación en suelos pizarrosos, su altitud y la débil influencia de aires mediterráneos crean un microclima apto para el cultivo, que genera el vino propio de la región de alta calidad, desde la Antigüedad, razones del emplazamiento de los viñedos desde bien lejanos tiempos. Un espacio coincidente con el actual desde el Renacimiento y, por tanto, el mismo que ocuparan las vides con anterioridad a la Edad Media, continuadoras de la práctica romana. Fue en el repartimiento del término por los Reyes Católicos cuando encontramos con frecuencia adjudicaciones de unas aranzadas de viñas en cada uno de los lotes. En los bienes repartidos al Conde de Tendilla, se indicaba el emplazamiento: 20 aranzadas de viñas, pasada la Hoz a mano derecha, comenzando desde la Hoz; un colmenar con su toril, sitio y huerta, en la Hoz, camino de sierra Tejeda, como se vio al hablar del repartimiento. Y en 1579, el personero Juan de León pedía que se confeccionaran nuevas ordenanzas, conforme al fuero de los Reyes Católicos, las relativas a la conservación de los montes, ríos, casas, viñas, huertos..., porque las existentes eran muy antiguas. Todo ello, confirma su existencia desde la Edad Media.
   En 1579, seguimos confirmando el emplazamiento, cuando el regidor Cuenca Carrillo aludía a un espacio situado en los Xarales de la Hoz, que se extiende desde las viñas de una parte y otra del río, aguas vertientes al dicho río, hasta llegar río arriba hasta la cueva de Cala y Potril e Calares de Dona y Dedil.
      Su fabricación corría a cargo de los vecinos cultivadores de vid, que lo obtenían en sus lagares, para consumo familiar, vendiendo los excedentes. El precio, por momentos, se elevó notablemente, obligando al Concejo a su intervención, como sucedía, especialmente, en los años 1579 y 1580, siendo su regulación inmediata, apercibiéndose a los vecinos de que de no venderlo conforme a las ordenanzas, se importaría de fuera. En períodos de deficiente cosecha, se permitía la entrada temporal de vino foráneo, por escasez o mala calidad del propio, y se autorizaba su venta en determinadas tabernas, para el mejor control de la ciudad (en 1579, en dos tabernas de las siete existentes). También, quedó prohibida la adquisición del de fuera, para venderlo en casas particulares o en las propias tabernas durante el tiempo determinado por la ciudad, como en diciembre de ese año cuando, mejorada la calidad del propio, se vedaba la entrada del foráneo, medida absolutamente transitoria, ya que, días más tarde, se vuelve a aceptar la importación de forma temporal, hasta final de febrero; al año siguiente, nuevamente, se autorizó la venta del forastero, por arrobas, distribuido en la plaza pública; y como la cosecha de 1580 fue abundante, se volvió a impedir la venta del de fuera, hasta 1581, en que otra vez se permitió.
    La picaresca hizo que, en los mesones más alejados, se subiera el precio, según denunciaba el regidor Hernando de Cuenca Carrillo, que acusaba al mesonero Melchor Martín, de venderlo a 24 maravedís. La denuncia interpuesta quedó en manos de los diputados del mes, para la aplicación de las penas de las ordenanzas. 
      A lo largo de los siglos XVII-XVIII, se gravó el consumo del vino sistemáticamente con arbitrios, que sería prolijo enumerar, y se intervino su precio; se pagaron los novenos del vino; las sisas, etc. 1644 fue un año de mala cosecha vinícola, por lo que los vecinos pidieron la entrada del foráneo, por la mucha necesidad que hay, se escribía, y se abonaba un real por cada arroba que se introducía. También, se seguían exportando los excedentes a otras ciudades de Andalucía, por lo que, en 1651, ante la enfermedad de contagio registrada en Moguer y en Lepe, se alertaba sobre llevar a allí sus vinos, ropas u otras mercancías.
      En el siglo XVIII, siguió absolutamente intervenido su precio por el Concejo, cargándose con arbitrios, como vemos en 1734, para amortizar el vestuario de las milicias. A veces, fueron los vecinos los que pedían alterar el precio, como en 1746, cuando los que lo vendían al por menor solicitaban licencia para hacerlo a tres cuartos el cuartillo, porque había subido. O en 1780, cuando una Real Orden gravó su precio, para una contribución extraordinaria del tercio de los derechos de rentas provinciales y servicio de millones, para los gastos de la guerra con Inglaterra, ponderando el método más equitativo y menos gravoso para los pobres, con el recargo de las especies de primera necesidad con el pan, carne, vinagre, vino, aceite y aguardiente. En 1788, se acordó pedir licencia al Consejo por el arbitrio de 4 maravedís en cuartillo de vino, para matar lobos y otros animales dañinos. Hacia el final del siglo, en 1798, se remataba el abasto del vino y vinagre anualmente.

Véase "Historial general de Alhama y los cinco lugares de su jurisdicción...". Vol. I, pp. 481 ss.