miércoles, 1 de noviembre de 2017

Reseña histórica de los cementerios de Alhama de Granada. Salvador Raya Retamero

    
     Las necrópolis bajomedievales de la comarca. Los cementerios de las ciudades hispano-musulmanas se solían emplazar extramuros de las mismas, junto a las principales vías de comunicación, alineándose las tumbas en dirección sudeste, hacia La Meca, siendo lo primero que se topaba el caminante al llegar o salir de la ciudad. A pesar de ello, no nos llegó una sola referencia al de Alhama ni al de sus alquerías, con la excepción de Arenas. Presumiéndose, el de Alhama en el arrabal de la Puerta de Granada, como los de las alquerías, en su inmediaciones.
      La necrópolis de la Torrecilla de Arenas. Se trata de la necrópolis medieval, ocupada desde el siglo X hasta el siglo XIV, según el estudio de Du Souich, en 1979. Posiblemente, perteneció a la alquería. Su análisis tuvo lugar en el período de oro de las excavaciones arqueológicas en la comarca, fruto del trabajo de campo de las campañas de 1968-1969, a cargo de los doctores Arribas y Riu, seguidas de las del doctor Du Souich, entre 1974 y 1979. La necrópolis se situaba en la zona del pantano de Los Bermejales, a cinco kilómetros aproximadamente del edificio de la Confederación, a setenta y cinco metros de la desaparecida alquería medieval. Tuvo una extensión unos 1.100 ms cuadrados, suficiente para una capacidad de unas setecientas tumbas. Fueron excavadas 139, de las que, 138, seguían la orientación NE-SO. Los cadáveres, en decúbito lateral derecho con los pies hacia el N, la cabeza hacia el S y la cara mirando a La Meca. Las tumbas eran estrechas, lo suficiente para el cuerpo amortajado, con excepción de una tumba de mayores proporciones en la que se recogieron tres clavos que los doctores Arribas y Riu interpretaron como correspondientes a un ataúd. Sin ajuar alguno. El total de individuos exhumaciones fue de 152, similar número de mujeres y hombres.
     El cementerio de la plaza mayor. En el plano del Instituto Gómez-Moreno, aparece contiguo a la plaza pública un cementerio, en el que a lo largo de los últimos años se fueron descubriendo distintas sepulturas. La inclusión del camposanto en el recinto amurallado de las ciudades fue en la Edad Media una práctica habitual en las ciudades cristianas de Occidente. Conocido es que los nazaritas los ubicaron extramuros, próximos a los caminos que conducían a las ciudades; ello lleva a considerar el cementerio medieval junto al camino de acceso por la puerta principal, la de Granada. Aunque, por otro lado, también se ha constatado la existencia de algunos pequeños cementerios en el interior de las ciudades, rawdas, pertenecientes a las casas gobernan­tes.
   El cementerio dependiente del Hospital Real y Eclesiástico. Seencontraba a los pies de la iglesia mayor, en lo que constituye hoy una pequeña plazuela adosada al edificio y patios de la casa rectoral, la de la Anunciación, formada en el siglo XIX, ocupando parte del antiguo cementerio, por el presbítero Sánchez de Gálvez, que le dio nombre, frente a la casa del Mayorazgo de los Guzmán, en un documento del cual se reconoce en el testamento del presbítero don Luis López de Vinuesa, en 1731, como la casa propia del mayorazgo de Juan de Guzmán y Quesada, colindante por arriba con la del citado presbítero, en esquina con la callejuela que va a la calle de las Parras, frente al cementerio de la iglesia mayor .
      El cementerio del Ejido. En el Ejido se situaba el camposanto ya en 1615. Así se reconoce en el pleito mantenido entre el Consejo de Hacienda y la ciudad, el 30 de octubre de ese año, cuando al referirse a los ejidos se dice: una dehesa voyal, que está por ençima de la Torresolana, los ejidos Alto y Bajos, y el que está junto al Onsario, extramuros de la dicha çiudad. Y allí debió perdurar en el mismo emplazamiento, hasta que el crecimiento de la población, tras el terremoto de 1884, hizo que mudara su ubicación por la actual, a comienzos del siglo XX. A pesar de todo, se localiza en la plaza pública otro cementerio, cuyo origen desconocemos, que se mantendría hasta que, a finales del siglo XVIII, se dictaron reales órdenes, para su instalación en las afueras de las poblaciones, desvinculados de las iglesias.
     Tras el terremoto de 1884 todos los nichos del cementerio se destruyeron con el terremoto de 1884, quedando los cadáveres a la intemperie mezclados unos con otros, por lo que fue necesario colocarlos en la tierra, como se hizo con todos los que perecieron en la catástrofe, como los de muerte natural, que tal fue el número de cadáveres que llegó un momento que no se sabía dónde inhumarlos. Como era opinión general que el cementerio no debía continuar tan próximo a la nueva población, se iniciaron las gestiones para su traslado, prolongándose la situación por seis meses, cuando aún continuaban los terremotos y trepidaciones alertando al vecindario. Finalmente, se construyó el nuevo cementerio que contribuyó, en 1889, para dar trabajo a los obreros.
        El cementerio actual. Se edificará tras tras el terremmoto de 1884 y sirvió para dar trabajo a los obreros que se encontraban en paro forzoso. En 1888, el Ayuntamiento no encontraba medio para emplearlos y acudía a la provincia, al Estado y a la Comisaría Regia, en el empeño de que comenzaran las obras proyectadas del cementerio, la traída de aguas y la reparación de la parroquia. Ese año, con una cosecha estéril, ante la falta de lluvias y ante las fuertes heladas, se adivinaba un triste porvenir para los obreros del campo, por lo que los jornaleros buscaron trabajo en las minas. Se escribía en el Defensor: la carretera de esta a Vélez Málaga, el nuevo cementerio y otras obras en que debieran invertirse muchos brazos, duermen el sueño de los justos. En 1889 otros se ocupaban ya en el nuevo cementerio, aunque la mayor parte de los operarios eran forasteros.